Luis Fuenmayor Toro
Siempre leo con atención a quienes hacen sus consideraciones
sobre las universidades creadas por el actual gobierno. Me disculpan los
autores de estos escritos, que plantean con seriedad si la actividad
fundamental de la universidad es la profundización de la municipalización o si
debe soportar las misiones, para rescatar el “árbol de las tres raíces” y la formación
bolivariana, o debe empeñarse en la profundización técnico científica y en ser
eficiente en los procesos que cumple la universidad.
Sin descalificar estas interrogantes, creo que el problema o
reto inicial de cualquier universidad es ser realmente eso: una universidad. Lo
primero es lo primero y después vendrán todas las otras consideraciones. Una
universidad no puede estar al servicio del país, si no es realmente una universidad.
Se trata por lo tanto de tener universidades, para que éstas puedan estar al
servicio del pueblo y su bienestar, de la gente y su liberación, de la patria y
su independencia y del conocimiento universal.
Ésta ha sido la limitante de todos los centros universitarios
creados por este gobierno y por los gobiernos adeco copeyanos, con las llamadas
universidades experimentales del pasado; en su gran mayoría no alcanzan a ser
verdaderas universidades. Sólo tienen el nombre, pues califican sólo para ser
unos liceos grandes, con clases de calidad dudosa, docentes sin grado de doctor
y muchas veces ni siquiera estudios de postgrado. Centros que prefieren los
saberes populares y ancestrales al conocimiento científico. Sus principales
víctimas son sus propias comunidades.
Instituciones que no reprueban a los estudiantes que no alcanzan(...)
los conocimientos necesarios para su promoción, pues, al tratarse de personas
humildes, no tuvieron las condiciones para aprender y formarse, por lo que
deben ser “compensadas” con una prosecución automática. Políticas negligentes y
suicidas para cualquier país, que aspiran pagar la exclusión social con
prebendas académicas y títulos universitarios.
Universidades, además, que no cultivan la dedicación al
estudio, donde se premia el facilismo, donde lo importante son las actividades
proselitistas partidistas de sus comunidades, sin el número requerido de
docentes, sin investigadores formados, sin producción de conocimientos
científicos ni humanísticos, sin publicaciones en revistas indizadas
internacionalmente, sin planta física idónea, sin laboratorios, con presupuestos
miserables. No son reales universidades, sino engaños demagógicos.
Para ser universidad, la institución debe dictar docencia
calificada de pre y postgrado, formando profesionales e investigadores de
elevado nivel; investigación científica original de calidad, que produzca
conocimientos científicos que aumenten el acervo cultural humano y ayuden a
resolver los problemas sociales existentes, y extensión académica (servicios, estudios
sociales, asistencia comunitaria, asesoramiento, concurso en la generación de
bienes y servicios). Éste es el reto de sus comunidades. Asúmanlo.