Por Kico
La crisis ha
generado una atmósfera tan negativa que no solo ha afectado la economía, la
administración de justicia o las instituciones. También ha impactado
negativamente las relaciones entre los venezolanos. La desconfianza se ha
adueñado de gran parte de nosotros y, de manera muy particular, de quienes se
dedican a la política. La presión que tienen estos amigos encima es muy
ruda.
Sin duda, la
crisis tiene un enorme componente emocional. Si no aprendemos a manejar, esta
sensibilidad nacional a flor de piel, cualquier diferencia, cualquier debate
subido de tono, puede llevar a la enorme mayoría que se opone a Maduro a una
especie de batalla campal que la fracture y termine por darle la victoria al
gobierno.
La situación
económica, la falta de agua, luz, la inseguridad, es decir la mala vida, todo eso incide
en nuestro estado de ánimo. Si le metemos, además, el dolor que produce la
familia y amigos que se nos fueron, la falta de oportunidades y la visión de un
país sin futuro, es imposible escaparse del efecto demoledor del estrés.
Si a ese
cóctel depresivo que es nuestra cotidianidad, le sumamos lo que han pasado los
políticos durante estos 20 años el asunto llega a convertir en un tormento que
impide pensar en libertad.
Son 20 años
duros y de maltrató. Ahora, eso no es todo. Súmele a la licuadora de problemas
que hemos enumerados, la cárcel, las persecuciones, más la rivalidad entre los
partidos en su lucha por el poder y la cosa es para volverse loco. Demasiadas
zancadillas y serruchos habitan en el mundo de los partidos. En medio de
semejante escenario es difícil actuar con algo de sensatez frente a la olla de
presión en que ha convertido el país.
Nuestros
políticos están sometido a demasiada tensión. Los laboratorios en las redes los
atormentan y chantajean. Impone una ficción como realidad y desvían la atención
hacia lo emocional.
El resultado
es que la experiencia de nuestros más curtidos políticos, el debate franco, la
corrección de los errores, el diagnóstico certero del momento, todo se vuelve
un enredo y una dificultad.
Creo qué hay
que liberar al liderazgo, a los partidos, de todo lo que les impide hacer
política con el cerebro y actuar erráticamente.
Visto así el
asunto, es hasta comprensible que la dirigencia política opositora, bombardeada
por todos lados, bloqueada por la rabia y el dolor de tanto asedio, pierda el
norte, se desenfoque y a los problemas complejos de la política responda con
hostilidad, desconfianza, dolor y pesimismo.
Si no
actuamos con la cabeza bien puesta podemos hasta llegar a revivir el 10 de
mayo, la abstención o cualquier otro error de esos típicos que siempre terminan
por favorecen al gobierno.
Este acuerdo
que se acaba de firmar en la Casa Amarilla hay verlo como lo que es, una jugada
muy inteligente y bien pensada para dejar a un sector de la oposición pegado de
la brocha. Se trata de un diseño que cambia el sentido del juego que hasta
ahora estaba en manos del G4 y Guaido.
El gobierno,
en un solo movimiento, saca la negociación de la geopolítica y lo coloca en el
escenario nacional. Sustituye los negociadores por un sector de la oposición
excluido de la dirección política y los coloca como un nuevo y decisivo
protagonista. Le entrega lo que los americanos y Leopoldo López se negaron
aceptar en su insistencia de producir como único plan la salida de Maduro.
Nuevo CNE, libertad de los presos, reactivación de la AN y demás acuerdos que
en Dominicana y Barbados fueron puestos en la mesa y el G4 dudo en asumir.
Como la idea
era que no había acuerdo hasta que todo se acordara, esa metodología, hizo
imposible que el diálogo avanzara. Pero, el asunto no solo era de procedimientos.
En el fondo no hubo nunca voluntad política para concluir esta ya larga disputa
a través de elecciones.
Este giro que
toma la dinámica política no puede ser visto como un asunto de laboratorios, de
venganza, de terquedad disfrazada de justicia. Si la respuesta es emocional, el
plan de Maduro tendrá éxito.
Acaban de
aparecer en las redes varios tuits de dirigente muy importantes del G4, sosteniendo
que a Edgar Zambrano lo liberó la presión de las masas. Hay inclusive una
declaración montada, alterada, falsa, en la cual Zambrano desconoce el esfuerzo
de quienes consiguieron su liberación. No se puede tapar el sol con un dedo.
Desconocer que la jugada viene con una serie de recompensas que le dan sentido
y eficacia frente al estancamiento de Barbados es una torpeza.
Tampoco se
puede acusar a los partidos firmantes del acuerdo de vendidos o de
colaboracionistas. En política es válido aprovechar las oportunidades. Además,
es más que feo leer a Julio Borges indultando a Timoteo, Claudio y demás
moderados de las infancias que lo acusaban a él.
Durante un
tiempo el MAS, AP, Soluciones y Cambiemos han pedido que al G4 que se les
consulte y tome en cuenta a la hora de decidir. Eso está en los medios y se
puede revisar. Como no, Guaido se reunió con AP, Cambiemos y muchos otros
grupos. Los escucho pero, no pasó de allí. Vamos a estar claros, el G4 ni
siquiera les reconoce a estos partidos que son de oposición.
Ese trato es
una razón, no la única, que le sirve de pretexto a estos partidos para
entenderse con el gobierno. Luego, este sector de la oposición ha dejado claro
que es partidario de la negociación y la salida electoral. De manera qué hay
coherencia en su comportamiento, aunque te duela reconocerlo.
Se la
pusieron patita. Los partidos que respaldan a Guaido y los americanos se
trancaron en el cese a la usurpación y dejaron ese boquete abierto por el cual
se les metieron.
Cierto que
Maduro no sirve para tapar ni un hueco o manejar con acierto la economía. Pero,
es hábil como político.
La reflexión
debería ser de una naturaleza distinta a la descalificación, a las mentiras de
las redes o desconocer la realidad.
Se ha dicho
que COPEI está en la jugada de la Casa Amarilla. Ahora, no eso no es verdad. El
partido verde tiene otro plan y si se le hace seguimiento a las más recientes
declaraciones de Eduardo Fernández es fácil percibirlo. Lo más probable es que
termine participando en las elecciones parlamentarias, pero, por ahora, tiene
una postura diferente.
Lo importante
es salirse de error y evitar que repitamos el 20 de mayo. Que se discuta y
actúe para superar la estrategia diseñada en Miraflores.
El G4 debe
darle la vuelta a la tortilla y preparase para que la AN sea el escenario de
decisión de todos estos acuerdos que están en movimiento. Editar la política y
actuar para solidificar la unidad. La respuesta no está en radicalizarse, en ir
al extremismo y repetir que Maduro se va mañana porque eso no solo es mentira,
es torpe.
Por supuesto
que los firmantes del acuerdo de la Casa Amarilla deben buscar, para que la
cosa funcione, que todo el país se una en torno a la salida negociada y en paz.
Sin exclusiones.