RECLAMA AMNISTÍA PARA PRESOS POLÍTICOS
Tomado
de El Espectador
El
escritor colombiano le pide al presidente de Venezuela no aferrarse al poder y
convocar elecciones para que sea el pueblo el que decida su futuro.
Señor
presidente:
Hugo
Chávez es el hombre más grande y el político más visionario que ha tenido
América Latina en las últimas décadas. Su causa, la revolución bolivariana, ha
demostrado ser con éxito en el mundo la primera transformación revolucionaria
pacífica y democrática, aunque ha concitado en su contra todo el modelo
neoliberal que hoy no sólo saquea a las sociedades, sino que tiene en peligro
de colapso al planeta entero.
En
18 años, la revolución bolivariana tiene más logros que mostrar en favor de la
gente humilde de Venezuela que cien años de gobiernos liberales. A la sombra de
la revolución bolivariana ha cambiado el panorama político de América Latina y
se ha dado un nuevo protagonismo de nuestro continente en la historia contemporánea.
El primer paso ha sido audaz y hoy podemos decir con certeza que se ha
cumplido.
Pero
las revoluciones tienen sus pausas y sus reveses. Forma parte natural de su
maduración, y Bolívar no habría sido el fundador glorioso de la República y el
Libertador de un continente si no hubiera tenido que sobreponerse al naufragio
de la primera república en 1812, al colapso de la segunda república en 1814, al
exilio y a los rigores espantosos de la Reconquista. Cuando se lucha por una
causa justa, no hay que temer a la adversidad.
Las
conquistas de la revolución bolivariana son notables, aunque una campaña
internacional haya hecho esfuerzos por borrarlas. Baste decir que hay más
estudiantes de educación superior y más hospitales públicos en Venezuela que en
Colombia y que el gobierno venezolano ha entregado siete veces más viviendas
gratuitas a los pobres, incluidos más de cien mil colombianos.
Los
cambios generosos a favor de la gente humilde son innumerables y una de las
ventajas de hacer cambios reales a favor de la gente es que estos no pueden
echarse atrás sin daño. Creo que hasta este momento, mucho de lo que podía
hacerse se ha hecho desde el Estado. La fase siguiente de la revolución a lo
mejor tendría que hacerse desde la iniciativa social y desde la cultura.
Todo
ha sido posible gracias al espíritu pacífico de la sociedad venezolana y en
ella incluyo a una oposición que ha mostrado una energía notable. Pero una de
las constantes de la democracia consiste en que el poder desgasta y las
comunidades terminan sintiendo que la alternación es necesaria. Yo soy de
quienes piensan que el verdadero poder no está en los instrumentos de mando,
sino en la fuerza creadora de la comunidad. Chávez no habría sido Chávez si
sólo hubiera tenido la presidencia de la república: su poder estaba en su
discurso, en la pasión contagiosa de sus convicciones, y tal vez nunca fue tan
poderoso como cuando perdió el poder por unos días y la fuerza del pueblo se lo
devolvió acrecentado.
En
estos momentos es fundamental preservar la integridad de la nación, amenazada
por toda clase de riesgos, por una conspiración de grandes poderes mundiales,
sin duda, pero también por la caída de los precios del petróleo, por los
errores inevitables de un proceso para el cual no hay manual de instrucciones y
por la fatiga del metal de la política.
El
poder de la revolución bolivariana emana de la democracia y tiene que rendirle
tributo. La mejor prueba de que la venezolana ha sido una revolución
democrática asombrosamente renovadora, está en que el electorado activo, que
antes era de menos del 50 por ciento, gracias a la revolución ahora es de más
del 80 por ciento.
Cuando
se ha logrado un milagro semejante no hay que temer a los azares desfavorables
de las elecciones, hay que afrontar el escrutinio popular aceptando con
fortaleza la posibilidad de un resultado adverso, porque es evidente que la
fuerza de este cambio es tan grande, que el chavismo ya no desaparecerá de la
vida venezolana. Gracias a Chávez y a la revolución que hoy usted dirige, un
pueblo ha despertado, y ahora no volverá a estar ausente de la vida pública,
aunque transitoriamente no esté en el gobierno.
Si
la oposición ganara en las elecciones siguientes, tendría que mantener buena
parte de las políticas de la revolución: en caso contrario el pueblo
comprenderá muy pronto sus verdaderas intenciones y se impondrá más
abrumadoramente que antes. Como pasó con Perón en Argentina, que terminó
impregnando la política de casi todos los partidos, Chávez ya pertenece al alma
de la política venezolana, y para que ello siga cumpliéndose, el chavismo no
debe cometer el error de aferrarse innecesariamente a unos cargos que sólo
valen si son indiscutibles.
Mi
propuesta respetuosa, señor presidente, es que haga usted un gesto de concordia
a la convulsionada comunidad que no pertenece necesariamente al gobierno ni a
la oposición, pero que padece la situación de precariedad y de confusión que
nace de las circunstancias. Mi propuesta es que el gobierno mantenga sus
atributos legales y cumpla su período sin vacilación, pues nadie puede negar la
legitimidad de su elección, pero tome cuatro decisiones que demostrarán su
confianza en la propia causa y su grandeza histórica: convocar a las elecciones
regionales aplazadas, fijar la fecha de las elecciones presidenciales, conceder
una amnistía presidencial a los prisioneros por causas políticas y revocar la
inhabilitación de líderes de la oposición.
Estoy
seguro de que estos cuatro gestos desactivarán el peligroso caldero de una
confrontación civil y le demostrarán a la oposición y al mundo que el chavismo,
nacido de la democracia y sostenido por el apoyo popular, sólo se propone
conservar el poder mientras el pueblo se lo confirme y está dispuesto sin miedo
a pasar a la oposición si el pueblo se lo ordena.
Durante
quince años la oposición, injustamente, negó la legitimidad de los triunfos
electorales del chavismo y utilizó armas indebidas, como el golpe de Estado,
los paros patronales y el desabastecimiento programado, para derrotar a la
revolución. La derrota del referendo chavista y el triunfo de la oposición en
la Asamblea Nacional le demostraron al mundo que las elecciones venezolanas son
confiables y son democráticas.
Ahora
el chavismo puede con fortaleza, con la fortaleza que da ser fiel a una causa
justa, hacer estos gestos democráticos que le demuestren al mundo que la
revolución es capaz de correr el riesgo de un resultado adverso, porque confía
en la justeza de su causa y porque respeta la democracia que le ha confiado el
poder durante 18 años.
He
sido en Colombia un firme defensor de la generosa revolución bolivariana y lo
seguiré siendo. Sé que la visión de Hugo Chávez no es para una década, es para
un siglo. Ahora depende de usted que esa visión estratégica conjure los
peligros de la violencia. Como lo dije en un documento reciente, estoy seguro
de que, en el marco de la democracia, Chávez volverá, y será millones.
Reciba
mi abrazo cordial.
William
Ospina
Bogotá,
26 de abril de 2017