Venezuela
alberga una curiosa contradicción interna: ser un país petrolero, con las
mayores reservas de este combustible fósil derivado de materias orgánicas en el
mundo y a la vez ser una sociedad habitada por gente en estado de pobreza. Un
estudio del Observatorio Venezolano de Finanzas indica que “el índice de
pobreza llegó a 86% en 2024. Se estima que la pobreza
multidimensional afecta a alrededor del 52% de los hogares”.
Sin embargo,
quizás no es del conocimiento público que en 17 de los 24 Estados que conforman
el territorio nacional la única actividad económica relevante es la
agricultura.
Esta
constatación de la realidad torna inaplazable reflexionar, unir estas
afirmaciones: un país con las mayores reservas de petróleo en el mundo y a la
vez con 70% de su territorio ocupado sólo por actividad económica derivada de
la ruralidad, de la agricultura. Un país donde 80% de sus habitantes vive en
situación de pobreza. El último dato de esta curiosa ecuación es que el mundo
rural no figura en los llamados “Plan País” presentes y futuros.
Ahora bien, esta no es una circunstancia insalvable que no pueda ser evitada, el mayor ingreso del PIB nacional se deriva del petróleo, aunque la mayor parte del país corresponda a la definición de mundo rural. Es curioso que cuando se definen las grandes propuestas macroeconómicas, la ruralidad, lo agrícola, lo agroalimentario, lo forestal, acuícola, no figuran como objetivos relevantes.
Si
quisiéramos avanzar a un país distinto, aceptando la situación de pobreza del
86% de la población, una realidad que sabemos, no se resuelve entregando
beneficios, ni bonos, una condición que solo puede ser superada si esta
mayoritaria situación de la población cuenta con un ingreso o salario
que le permita no solo resolver sus necesidades básicas sino tener un nivel de
vida donde se puedan asumir retos más allá de lo meramente elemental. Una de
las más eficientes maneras que tendríamos de usar los recursos derivados del
petróleo, sería promover actividades generadoras de ingreso y oportunidades
para ese gran mundo rural que permanece en la sombra. Esta afirmación nos
refiere a la inclusión en los planes del país de la actividad económica ligada
a la agricultura y con ello propiciar la expansión de una agricultura familiar
que acoja las miles o millones de familias que han emigrado de la ruralidad,
incluyendo medianas y grandes explotaciones agropecuarias, forestales y
piscícolas. Es un hecho incontrovertible que parte de la marginalidad
urbana que rodea a nuestras 10 grandes ciudades ha sido arrojada por la quiebra
económica de la ruralidad, un fruto de la anulación de la actividad económica y
la desprotección social del mundo rural.
No existe
ninguna solución o alternativa para millones de venezolanos que hoy conviven en
las zonas marginales del país, con difícil acceso a servicios públicos, y con
escasa posibilidad de capacitar a sus miembros para que opten a empleos de
calidad ya que su única experiencia laboral la constituía las propias de la
actividad agropecuaria.
Es
imprescindible repetir que en las 2 últimas décadas hemos aprendido amargamente
que la pobreza no se resuelve con bolsas de comida ni con bonos extraordinarios
para suplir la poca capacidad adquisitiva de los hogares donde el salario
mínimo del jefe de familia es el más bajo de Latinoamérica, inferior a países
que no tienen petróleo ni otras riquezas como el oro, coltán y etcétera.
Necesariamente,
hay que volver la mirada y revalorizar lo que hemos denominado la posibilidad
de asumir como gran objetivo nacional avanzar hacia la instalación de un camino
que signifique un desarrollo rural integral, definido como un esfuerzo
sistémico, simultáneo e inclusivo en los diversos ámbitos de la sociedad rural
con la participación de productores pequeños, medianos y grandes, empresarios,
trabajadores, apoyados por sus organizaciones propias e instituciones públicas
y privadas. Este es un requisito indispensable si queremos dejar de ser un país
con grandes reservas petroleras, pero con los índices de pobreza y con el
salario más bajo de toda Latinoamérica.
El desarrollo
rural para ser integral tiene que combinar una serie de prerrequisitos, la
primera aceptar como condición básica el respeto a la propiedad privada, no se
puede invertir ni volver al mundo rural si el derecho de propiedad está sujeto
a ataques permanentes, invasiones, multas y acoso de las instituciones que
deberían propiciar su desarrollo y estabilidad. Tiene que aceptarse que el
derecho a la propiedad que pauta la constitución en su artículo 115 es
inviolable y que los ciudadanos pueden invertir en propiedad rural sin temor a
ser despojados y acosados. Es una absoluta e imperiosa necesidad que los casos
como “Franklin Brito” no se repitan porque en realidad el presunto acosador fue
el propio Estado, el culpable del despojo de su propiedad y de su muerte.
El derecho de
la propiedad es una condición base, como también la posibilidad de acceder a
modalidades públicas y privadas que garanticen el financiamiento de las
pequeñas, medianas y grandes explotaciones agrícolas. Si de alguna utilidad
pueden tener los beneficios del petróleo esto debieran orientarse a proveer
fondos de inversión para apuntalar los miles de explotaciones agrícolas que
subsisten en la miseria o sólo desenvolviéndose con “pulmón propio” como suelen
calificar la ausencia de acceso al financiamiento. Ha sido una falacia
manejada perjudicialmente el asumir la poca capacidad de responder al
financiamiento de las explotaciones agropecuarias. Hay que aceptar que existe
una sobrevaloración de riesgos en el financiamiento al sector rural cuando la
experiencia muestra claramente que las catástrofes ocurren esporádicamente con
una gran diferencia de años entre cada suceso. Igualmente se tiende a ponderar
negativamente una presunta morosidad excesiva del sector rural para responder a
las exigencias que imponen las políticas crediticias, sin embargo, el hecho
comprobado y los datos evidencian que el cumplimiento de las obligaciones de
este sector es semejante con otras carteras y modalidades de financiamiento
Ningún país
del mundo ha logrado superar la pobreza y logrado avanzar hacia mejores
condiciones de vida de su población si no tiene el soporte de la producción
interna de alimentos y cuenta a la vez con la expansión de la agricultura
familiar como proveedora de alimentos y bienes de consumo que no se pueden
suplir con acciones populistas del estado. Se ha ignorado que las explotaciones
de agricultura familiar representan más de 90% de todas las explotaciones
agrícolas del planeta y producen 80% de los alimentos del mundo en términos de
valor. La agricultura familiar se refiere a todos los tipos de modelos de
producción familiar, agrícola, forestal, pastoral y acuícola. Hay
aproximadamente 608 millones de explotaciones agrícolas en el mundo. 95% de las
explotaciones familiares tienen una superficie inferior a 5 hectáreas.
En esta vía o
camino para superar la pobreza y fortalecer la ruralidad es imprescindible
reconocer la importancia de las instituciones intermedias que representan
diversas asociaciones de productores de los distintos rubros agrícolas, estas
organizaciones tienen que gozar de la libertad de definir sus proyectos de
negocios de forma independiente relacionándose con unos organismos públicos
convertidas en instituciones al servicio de los productores, apoyando y
facilitando su acceso a los mercados, gestionando oportunidades de
financiamiento de sus miembros y supliendo o aportando planes públicos de
mejoramiento de capacidades de los productores, favoreciendo además la
agilización en el acceso a mercados nacionales e internacionales y a vías de
comunicación accesibles todo el año para la población rural.
Es importante
recalcar que Venezuela nunca derrotará la situación de pobreza que oprime a la
mayoría de su población si no asume como una premisa fundamental el desarrollo
rural integral en la mayor parte de nuestro territorio y si no se expande la
agricultura familiar productiva y rentable como una vía para abastecer el país
y proporcionar ingresos a una gran mayoría de familias que podrían retornar a
la actividad agropecuaria si tienen la seguridad de que sus propiedades serán
respetadas, si cuentan con acceso a financiamiento para poner en marcha su
actividad productiva, además con apoyo de instituciones públicas en materia de
capacitación, acceso a servicios básicos como vías de comunicación transitables
y con mantenimiento seguro y acceso a la electrificación y al agua
potable.
No podemos
seguir de espaldas a las oportunidades de desarrollo rural en Venezuela como un
real antídoto contra la pobreza y la mejor respuesta a la marginalidad urbana
que rodea nuestras principales ciudades, una población en su mayoría con muy escasas
posibilidades de integrarse al mundo urbano. Si alguna experiencia nos queda de
estas últimas décadas es que la pobreza no se resuelve con donativos, solo se
resuelve cuando los hogares venezolanos tienen acceso y oportunidades de
ingresos, empleos y salarios que puedan cubrir las aspiraciones como país
verdaderamente en proceso de crecimiento.
No es utópico
pensar que un país petrolero como Venezuela tenga por primera vez en su
historia reciente que voltear la mirada hacia las oportunidades del mundo rural
que cubren la mayor parte de su territorio. El recurso petrolero debe
contemplar como uno de sus grandes objetivos contribuir a financiar el retorno
de la ruralidad, no como signo de atraso, sino de progreso y bienestar. Los
recursos que hoy se emplean en bolsas y bonos debían reorientarse de forma
progresiva al desarrollo de la ruralidad como un mundo de oportunidades de
crecimiento y bienestar tal como como ocurre en países de alto desarrollo y
muchos otros que han logrado superar la pobreza con el respaldo de un sector
agrícola productivo, rentable, generador de beneficios para la sociedad en su
conjunto, como muestra de que se puede constituir una conjunción positiva del
mundo urbano y el rural.
“"Produce
una inmensa tristeza pensar que la naturaleza habla mientras el género humano
no la escucha. "
Victor Hugo
Tomado de El
Nacional / Caracas.