Por Orlando Arciniegas*
(El 12 de octubre se conmemora el encuentro entre dos
mundos que transformó Europa y América al mismo tiempo y para siempre)
El 12 de octubre es
la Fiesta Nacional de España y es un día festivo que se celebra en
todo el país. Al menos así está decretado y es lo que se espera de los que se
sienten españoles sin más. La fecha elegida recuerda una efeméride muy
importante en la historia de España, la del 12 de octubre de 1492, cuando el
navegante genovés Cristóbal Colón llegó a América en una expedición
financiada por Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, los Reyes Católicos. En
una España que, por la decisión de su dinastía hegemónica, había escogido la
unidad peninsular y su condición de ser un país de fe católica.
Los españoles llevaron su lengua y cultura al nuevo continente. Hoy en día, más de cinco siglos después, cerca de 500 millones de personas hablan español como lengua materna, según el informe anual que elabora el Instituto Cervantes. Por eso, unos cuantos políticos e intelectuales consideran el 12 de octubre como Día de la Hispanidad, un concepto que pretende agrupar a todos los pueblos que hablan español y que sienten que tienen y comparten un patrimonio cultural común.
Esta fecha también se
celebra en otros países al otro lado del Atlántico. En Estados Unidos es
el Columbus Day (el Día de Colón), en Chile se celebra el Día
del Encuentro de Dos Mundos y en Argentina, el Día del Respeto a la
Diversidad Cultural. Sin embargo, para otras personas el 12 de octubre no es
una fecha para celebrar, sino más bien para detestar. Al llegar a
América, los españoles, como han hecho todos los pueblos conquistadores,
impusieron su lengua, costumbres y religión a los pueblos indígenas, que
pocas opciones tuvieron ante el poderío político, militar y cultural, esto es,
la dominación de un pueblo europeo. Los colonizadores también trajeron con
ellos enfermedades y epidemias desconocidas en el Nuevo Mundo, que,
según estudiosos, acabaron con la vida de millones de personas.
El descubrimiento de
América supuso un antes y un después para el reino español. Las arcas fiscales
del reino se llenaron de oro, plata y piedras preciosas procedentes
de los territorios de ultramar, y España se convirtió en el Imperio donde
“nunca se ponía el sol”, con fuerza suficiente, además, para ocupar un espacio
político y cultural dominante en la misma Europa. Sin embargo, la llegada de
los españoles también significó la desaparición de decenas de medianas
civilizaciones, con sus culturas, sus lenguas y sus tradiciones. El legado de
Cristóbal Colón y los Reyes Católicos es celebrado por unos y rechazado por
otros. Pero lo que es indudable es que ese 12 de octubre de 1492 cambió para
siempre la historia. Y no es malo que resulte controvertido, ello permitirá ir
decantando razones y posiciones. El mundo que tenemos hoy en Latinoamérica,
para bien o para mal, es en gran parte el mundo resultado de esos hechos
históricos. El tema, si lo advertimos, ha venido tomando novedosos matices que
años atrás eran impensables. Para bien.
Muchas veces en mis
clases, pasamos revista al tema. Me servía mucho para insistir en la necesidad
y las bondades culturales que dejan los estudios históricos. Por otra parte, he
insistido en que nos veamos como parte de una humanidad, con una entrelazada
Historia Mundial o Universal. Sin supremacismos étnicos, ni culturales ni mucho
menos morales. Y les preguntaba: ¿qué le hubiera pasado a los españoles si (la
historia si) el Puerto de Palos de la Frontera (Huelva, España), en vez de ser
el lugar de salida de Colón hubiera sido el de llegada de Guaicaipuro y su
combo de muchachos flecheros? Agregando que en América, a través de las dos
grandes civilizaciones, incas y aztecas, contamos con suficientes ejemplos de
que no habríamos sido diferentes. Por último, recuerdo una ocasión en que en un
acto con Manuel Caballero alguien recitó convencido una larga lista de agravios
acerca de la conquista española. El inolvidable Manuel, señaló con mucha
brevedad dos cosas: uno, el estado cultural de nuestros indígenas; dos, dijo en
procura de zanjar el tema: “los españoles al menos estaban en el Renacimiento”
(cito de memoria).
De España, recuérdese,
que también tuvo sus pueblos originarios, los iberos. A estos les cayeron
encima los celtas; luego otros pueblos colonizadores. En otro momento, se
establecieron los romanos, que fundaron la Hispania romana. Con la caída de
Roma, entraron en tromba a la Península los pueblos godos (pueblos germánicos
orientales), que con Alarico a la cabeza pasaron a controlar la Península. Pero
con ellos otros pueblos germánicos como los suevos y los vascones, hasta que
todos fracasaron ante el empuje del Califato omeya. Ya en el año 711, la España
visigoda estaba bajo el control musulmán. Hasta la caída del reino de Granada,
la rendición del último rey moro, Boabdil, el 2 de enero de 1492. El gran
triunfo de los Reyes Católicos.
*Profesor titular (J) de
la Universidad de Carabobo, doctor en historia.
