Por Cesáreo
Espinal*
Tierra
del amor y la constancia
No dejo de
recordar con el alma y sentimientos profundos a nuestro Carúpano, donde vi la
luz de mi existencia, la tierra de mar abierto del amor y la constancia,
“puerto oculto entre follajes”. Carúpano, sentimientos de vida eterna de
nuestro abrazo fraterno de ayer en su tranvía, el cable submarino, los vapores
en el puerto, el funicular, de sus artesanías, industrias y comercio de
exportación y lo que hoy se vive, pero somos resilientes ante las adversidades
en el horizonte promisor que nos devolverá Santa Rosa de Lima, Santa Catalina
de Sena, Santa Teresa y el padre Dios todo poderoso, el don de gente, el ahinco
para el trabajo y en la alegría de los aguinaldos, del carnaval
internacional, siempre con los brazos abiertos para nuestros hermanos de
Córcega, Italia, del medio y lejano oriente, de Alemania y de todas partes del
mundo, porque en Carúpano, nunca se ha usado la palabra extranjero sino manos
amigas en el camino de la vida. Ciudad que ha dado lumbre de honor a
generaciones orgullosas y de familias que se radicaron en esa tierra, como dice
mi distinguida amiga Elisa Arráiz Lucca “Te pienso en el puerto”. Transitaron,
convivieron y conviven en sus descendientes carupaneros de corazón: Orsini,
Lucca, Venturini, Mussa, Cervoni, Levy, Muzzioti, Blasini, Benedetti,
Boschetti, Otaola, Benacerrah, Font, Arveloa, Saleh, Dautan, Guiliani,
Angrisano, Buloz, Prosperi, Cerisola, Narciso, Tatá, Angeli, Kramer,
Montagioni, Bertoncini, Paván, Fejure, Nasin, Bianchi, Michelli, Santelli,
Franceschi, Sujú, Tang, Kassisi, Saladino, Merle y tantos otros apellidos que
adoptaron a Carúpano.
Dignos ejemplos de amor, de trabajo y de familia, que
algún día, allá en el cerro del faro, se debería erigir un monumento de
recuerdo inolvidable de esos también fundadores de Carúpano. Pero hoy, ¿dónde
está Carúpano de ayer? Sin aeropuerto, cuando llegaban hasta cinco vuelos
diarios, hoy sin agua potable y luz permanente, sin comida, sin medicina, sin
trabajo, con inseguridad, drogas, desorden e irrespeto. Que falta hace el
abrazo fraterno de aquellos tiempos donde nos llamábamos “primos”, saboreábamos
el esnobol de jovito del río, de coco papelón, las empanadas de cazón y de
chorizo, el ron de ponsigué en diciembre, los pasteles, el consomé de
chipichipi y toda esa gastronomía carupanera. Carupaneros, unidos por vínculos
genéticos y de amistad con los carupaneros nacidos en otras tierras, pero
tenemos aún tiempo al felicitar el rescate con la pléyade de amigos de su museo
histórico, del recuerdo a Andrés Mata y de Luis Mariano y “volver a
empezar” en Carúpano, tierra del amor y la constancia.
*cjev@cantv.net